martes, julio 21, 2009

Manifesto Blanco.-






La Ville Savoie constituye la culminación de las serie de viviendas unifamiliares que el autor construyera en la región de París en los años ´20 y que cuenta entre otros hitos con La Maison Roche (1923) y la Ville à Garches (1927). Pero además de ello constituye la condensación acabada de la totalidad de los principios arquitectónicos y compositivos de la primera época de Le Corbusier. En ella se encuentran, en su versión más depurada, los célebres cinco puntos que el autor fue decantando desde sus primeras experiencias con las sucesivas versiones de las casas Citröhan. Al mismo tiempo, la obra se erige en el mas rotundo paradigma de la postura de Le Corbusier con respecto al paisaje: la casa planteada como una pura invención racional, cuyas formas geométricas contrastan deliberadamente con la pluralidad multiforme del mundo natural separándose de él mediante los esbeltos pilotis. En La Ville Savoie, Le Corbusier logra la más fiel transposición de los valores plásticos de la pintura purista a una obra arquitectónica, logrando como él mismo dijera, una casa "sin fachada", un paralelepípedo neto cuyas cuatro caras atravesadas por la fenêtre en longueur ofrecen la misma respuesta al paisaje circundante. Pero esta afirmación de las leyes plásticas intrínsecas de la obra no se refuerza sólo por su independencia del paisaje sino también de lo que ocurre en el interior de la obra misma. La tira de aventanamiento corre así, indiferente y autorreferencial, tanto por delante de los espacios cubiertos como por delante del patio a cielo abierto en torno al cual éstos se organizan. El libre juego de los volúmenes de la terraza termina de conferirle al conjunto el aire de una perfecta escultura purista. Esta síntesis de la totalidad de los principios sostenidos por Le Corbusier hasta el momento es lo que le confiere a la casa su reconocido carácter de "obra-manifiesto", al mismo tiempo que la convierte en una obra plástica de puro lirismo. El análisis de las plantas no revela aspectos mayormente significativos, más allá del tratamiento de la planta baja en relación con el movimiento de los vehículos y la organización tipológica "cuasi claustral" del piano nóbile en torno al patio. Pero lo verdaderamente significativo del interior está constituido por la introducción de la rampa que une los tres niveles, la célebre "promenáde architectural" que culmina en la terraza, donde la casa, ya liberada de sus compromisos funcionales, se vuelve pura poesía. Gesto cubista que, al mismo tiempo que "abre" la casa mostrando su estructura interna, permite la fruición de esta como aquello en lo que finalmente ha devenido: una de las obras cumbres del arte de la primera mitad del siglo XX.

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